Todo me gusta. Su boca, su cuerpo, sus curvas, sus gemidos, su risa, su mirada pervertida. Todo.
Es que ella no sabe que cuando me toca con picardía se estremece mi piel, quizás no sospecha mi reacción cuando me abraza o cuando me besa en el cuello. No lo sabe, o lo ignora, pero lo siente.
Ella ríe y se sonroja. Me gusta tanto tenerla cerca. Me gusta estar así, piel con piel sin importar nada más.
Me ahogo en jadeos y no la quiero soltar. Quiero estar más cerca, sentirme dentro de su piel y que su boca deje huellas en la mía.
No lo sabe, quizás, pero en ella pierdo la cordura y mi sensibilidad se vuelve bipolar. Me adapto a ella, a sus gustos, a sus movimientos y no sabe, quizás, el placer que me provoca.
Un rato más no es suficiente, una explicación tampoco, quizás.
¡Qué arrogante el tiempo y caprichoso el destino! Pero mira tú, nos juntaron al momento justo y adornaron con nuestras canciones el momento.
Gracias, ese día lo improvisado fue perfecto.
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