Y ella está ahí, una vez más, asomada a mi ventana. Radiante y
orgullosa, Blanca y paciente. Siempre mirándome igual, igual de tierna,
igual de pasajera.
Siempre me ve llorar, se ríe de mis halagos, no
se inmuta si la ignoro porque me ve dormir en paz, es testigo fiel de
mis alegrías e ilusiones, es quien escucha en vivo todos mis poemas.
Es ella con quien me lamento y es a quien sonrío cuando llego a triunfar.
Ella, la Luna, mi Luna hermosa que, aunque pasen las noches, no la dejo de admirar.
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